Jon Eneko Ugarte
De un tiempo a esta parte, hemos asistido como sociedad a un cambio de modelo sin precedentes en todas las formas de comunicación. Este cambio ha impregnado a todos los niveles y formas de organización que se conocen, incidiendo tanto en las relaciones interpersonales como en la comunicación de las empresas e instituciones.
Hasta ese momento, no eran valorados aspectos más allá de vender un buen producto o servicio en el que se volcaban todos los esfuerzos, sin la obligatoriedad de mantener una relación con el cliente o potenciales clientes. La imagen de marca se conformaba en torno al propio producto o servicio y no existía la necesidad de introducir otros elementos intangibles, hoy esenciales.
Bajo las nuevas formas, esos clientes se han convertido en usuarios y prescriptores, para bien y para mal, de manera que se hace imprescindible el hecho de que las organizaciones dediquen muchos recursos a gestionar las relaciones con ese ejército de nuevos informadores en directo, cuyos mensajes tienen incidencia directa en su imagen de marca.
En esta situación, algunas empresas e instituciones no solo han sabido adaptarse, sino que han llevado la iniciativa y, al calor de las nuevas posibilidades, han sabido inventar modelos de negocio de gran éxito, para lo cual ha sido clave saber leer las necesidades de los usuarios y emplear las tecnologías para simplificar sus procesos. En el otro lado, empresas o entidades con buenos productos o servicios, se han visto devoradas por su ineptitud a la hora de reconfigurar sus modelos, adaptándolos a las nuevas demandas.
Si bien algunos compañeros hablan de futuro incierto, hace ya algunos años que este nuevo lenguaje se ha asentado y que la sociedad asume ya como natural. A pesar de que sigan apareciendo nuevos soportes, todos funcionan sobre la misma base comunicacional, por lo que, estos pocos años, ya nos permiten hablar de ciertas normas estudiadas que seguir como guía hacia el éxito y casos que nos enseñan qué es lo que no debemos hacer para no caer en el error.
Con que, a lo largo del tiempo se van agotando las razones para la falta de adaptación, mientras lo que queda es profundizar sobre esas bases y seguir escribiendo las páginas en blanco con este nuevo idioma que ya aprendemos a dominar.
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